Millicent Gaika fue maniatada, torturada y violada
durante cinco horas por un hombre que aseguraba estar “curando” su enfermedad.
Sobrevivió a duras penas pero el de Gaika no es un caso aislado, sin embargo,
sirvió para llamar la atención del mundo, para describir a que nivel de
barbarie puede llegar la homofobia.. Las violaciones correctivas se han
convertido en algo habitual en Sudáfrica, país en el que las lesbianas viven
aterrorizadas ante la posibilidad de ser víctimas de esos ataques. Pese a todo,
aún nadie ha sido condenado en ningún caso de violación correctiva.
Un grupo de activistas de una casa-refugio en Ciudad
de Cabo están arriesgando su seguridad y su integridad física para conseguir
que el caso Millicent sirva para lograr cambios. La llamada de atención sobre
el Ministro de Justicia ha logrado más de 140.000 firmas, lo que le ha forzado
a aparecer en la televisión del país.
Pero el Ministro aún no ha se ha posicionado con
respecto a las demandas de acción por parte del colectivo de mujeres. Las
“Violaciones correctivas” se basan en la estrafalaria idea de que una mujer
lesbiana puede convertirse en heterosexual si es violada. En Ciudad del Cabo se
registra más de una de estas violaciones por día y la impunidad de los
perpetradores sigue siendo la tónica común ya que este crimen ni siquiera se lo
considera “crimen de odio”. La semana pasada, el propio Ministro Radebe
insistió en que el motivo es irrelevante cuando se trata de crímenes como la
violación correctiva.
Sudáfrica es conocida como la "Nación del Arco
Iris" y ha levantado la admiración mundial por sus esfuerzos en la lucha
contra la discriminación tras el periodo del 'apartheid', siendo el primer país
cuya constitución estableció la protección de todos los ciudadanos contra la
discriminación por motivos de orientación sexual. Paradójicamente, Sudáfrica
también se ha convertido en la capital mundial de la violación. Una niña
sudafricana tiene más posibilidades de ser violada que de aprender a leer.
Puede parecer increíble pero una cuarta parte de las niñas sudafricanas son
violadas antes de cumplir los 16 años.
Los expertos tratan de buscar las raíces del problema:
la percepción de la existencia de unos “derechos” masculinos (el 62% de los
chicos mayores de 11 años creen que forzar a alguien sexualmente no constituye
un acto de violencia), el empobrecimiento, los asentamientos superpoblados, el
número de hombres desempleados y excluidos, la aceptación por parte de la
comunidad. Y, en los pocos casos en los que las agresiones se denuncian ante
las autoridades, se encuentran con una respuesta policial lamentable y unas
decisiones judiciales excesivamente permisivas.