A cada segundo, a cada día, a cada año, o en una vida
como la moderna llena de estímulos por doquiera: nos bombardean enormes
cantidades de información. El cerebro sólo procesa una mínima cantidad de ella:
400 mil millones de bits de información por segundo. Los estudios científicos
han demostrado que sólo somos conscientes de 2.000 mil de esos bits, referidos
al medio ambiente, el tiempo y nuestro cuerpo. Así pues, lo que consideramos la
Realidad, es decir, aquello que vivimos y nos rodea, y es parte de nuestro
“Ser”, es sólo una mínima parte de lo que en realidad está ocurriendo.
¿CÓMO SE
FILTRA TODA ESA INFORMACIÓN?
A
través de nuestras creencias: El modelo de lo que creemos acerca del mundo, se
construye desde lo que sentimos en nuestro interior y de nuestras ideas. Cada
información que recibimos del exterior se procesa desde las experiencias que
hemos tenido y nuestra respuesta emocional procede de estas memorias.
Por eso, los malos recuerdos nos impulsan a caer en
los mismos errores. El cerebro crea esas redes a partir de la memoria: ideas,
sentimientos, emociones. Cada asociación de ideas o hechos, incuba un pensamiento
o recuerdo en forma de conexión neuronal, que desemboca en recuerdos por medio
de la memoria asociativa. A una sensación o emoción similar, reaparecerá ese
recuerdo en forma de idea o pensamiento.
Hay gente que conecta “amor” con “decepción” o “engaño”,
así que cuando vaya a sentir amor, la red neuronal conectará con la emoción
correspondiente a cómo se sintió la última vez que lo sintió: ira, dolor,
rabia, etc.
Según Joe
Dispenza: “si practicamos una determinada respuesta emocional, esa conexión
sináptica se refuerza y se refuerza. Cuando aprendemos a “observar” nuestras
reacciones y no actuamos de manera automática, ese modelo se rompe”. Así pues,
aprender a “ver” esas asociaciones es la mejor manera de evitar que se repitan:
la llave es la consciencia.